Puede doler la indiferencia, duelen los celos, duele la posesión, duele el sometimiento, duele el control... y un largo etcétera de cuestiones que nada tienen que ver con el amor. Cuando queremos, no dañamos, no herimos, no maltratamos. El amor nos convierte en mejores personas, y aquello que causa pesar, tormento y frustración, no es amor.
Pues con los animales es lo mismo. No podemos decir que amamos a los animales y tenerlos hacinados, pasando hambre y frío, o atados en una caseta a la intemperie. No podemos decir que amamos a los animales, y abandonarlos a su suerte o deshacernos de ellos cuando ya no nos dan beneficios o molestan.
No podemos decir que amamos a los animales y venderlos tras una vitrina. No podemos amar la naturaleza y llenarla de cartuchos y plomo. No podemos amar el mar y llevarnos las conchas a nuestra casa. Sentirse orgulloso cuando un animal está siendo torturado, perseguido y humillado, y decir que amas a los animales, es una disociación tóxica de las emociones y los afectos.
Si ese es el concepto que tenemos del amor, está claro que tenemos que reinventarlo y redefinirlo. Seamos humildes y aprendamos de los animales, son unos grandes maestros. Si ponemos un poco de interés, pronto sabremos dar amor, amor del bueno, amor en mayúsculas, de ese que nos dan ellos a nosotros. Porque el amor se practica, se entrena, se desarrolla.
Abramos nuestra mente, nuestro corazón y simplemente empecemos a amar.
Siempre, siempre, siempre, ¡Sí al amor!
FDO: Junta Directiva Guadalajara Antitaurina
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